27 de septiembre de 2012

Reseña: La Tabla Esmeralda, de Carla Montero.


Los calificativos se me quedan vacíos a su lado. Tenéis que leerlo y punto.

Acabo de cerrar este, tanto fantástico como pesado –¿son dos kilos?–, libro. Y tengo una sonrisa de oreja a oreja y la emoción en la boca del estómago. Simplemente: ¡wow! Qué elocuencia, ¿verdad? Pero es que, estas páginas, esta historia, me han dejado sin palabras, se han quedado todas dentro entre sus hojas.

De la poesía no se vive, está bien, tengo que juzgarlo y reseñarlo, lo pone en el título. Pero firmemente creo que mis palabras no le van a hacer justicia. Cinco estrellas como cinco soles, por muchas cosas, muchos detalles; pero, sobre todo, porque en conjunto es una historia atrayente, embriagadora, te atrapa desde la primera página, y lo más difícil: mantiene el ritmo hasta la última. Parece que así es Carla Montero.

Esta autora se está poniendo en lo más alto de mi escalafón personal. Con Una dama en juego consiguió sorprenderme, me encantó, me entretuvo… Pero La Tabla Esmeralda, este libro que tengo entre mis manos, la afianzan como una grandísima escritora que además de entretener –que es el fin mismo de la literatura– te emociona, te traspasa… Veis, queda vacío, no hace justicia.

De este libro, fue curioso, me leí la sinopsis y dije “me gusta”, luego me percaté de que era de Carla Montero y se convirtió en un must, y al poco tiempo me lo compré. Pues bien, no me ha decepcionado y ha superado mis expectativas. He leído muchos libros de este tipo, de este género. Cada vez que hablo de él, lo comparo con Dime quién soy de Julia Navarro. De acuerdo, si os habéis leído el de Julia, este os encandilará. Las comparaciones son odiosas, pero Carla supera por mucho, en mi humilde opinión, a todas sus colegas y competidoras. Por muchas razones más allá de mi almidonada subjetividad. Carla es mejor, su pluma es mejor, y punto. Os ilustro.

Voy a poner especial énfasis en que es un libro largo, como suele ser habitual en este tipo. En los que repasan toda una vida, tienen que ser largos a la fuerza. Dejando esto absolutamente claro, señalo, subrayo y pongo luces de neón en el hecho de que en todas sus páginas, desde el principio al fin, no pierde ni por un solo instante la coherencia, el equilibrio, la causa y el efecto. Los hechos están muy bien hilados, los siembra, los hornea, para llegar a un desenlace, o una consecuencia, plenamente justificado, todo sin que lo puedas prever con facilidad. Porque El Astrólogo es lo que tiene, lo intuyes, tienes tus sospechas, pero esperas impaciente como se desencadenará. Ahí está parte de su maestría, todo está bien justificado, los puntos debidamente cerrados y, ahí la dificultad, manteniendo el suspense hasta el final.

La historia es puro romanticismo en una época de persecuciones y abusos. Me ha parecido muy original, además de ameno, los distintos narradores. Por un lado está Ana, que nos cuenta en primera persona cómo, gracias a su pareja Konrad, comienza a investigar el paradero de un misterioso cuadro, El Astrólogo, que ni siquiera se sabe de su existencia, aunque se le relaciona con las obras requisadas por Himmler durante la II Guerra Mundial. Por otro lado nos transporta a los años cuarenta, a través de Sarah Bauer y de Georg Von Bergheim, en tercera persona nos introduce la desdichada vida de Sarah –judía– que tiene que huir y refugiarse en París tras ver cómo los nazis se llevaban a su familia; y Georg, un comandante alemán de las SS encargado de nutrir la colección de arte de Hitler. Pues bien, pensaréis: una historia de la segunda guerra mundial que la investiga alguien de la actualidad. Pues no, porque, como bien he dicho, Ana está buscando un cuadro. Realmente es una maravilla como entrelaza las historias, la actual con la pasada, como se acerca a ella, poco a poco, igual que hace Ana, que se va implicando poquito a poco; hasta que llega un momento, si alguna vez lo fueron, en que las historias dejan de ser independientes para ser absolutamente complementarias, convirtiéndolo en un engranaje perfecto donde todas las piezas por pequeñas e insignificantes que parezcan, hacen que todo tenga sentido y funcione a las mil maravillas. Con lo cual concluyo que es una gran trama con mucho ritmo y muy bien hilada.

Los personajes son… les voy a echar mucho de menos. La protagonista, Ana, es una mujer resuelta, su actitud está siempre justificada y carga perfectamente con el peso de la historia. Es fácil identificarse con ella, sin grandes rasgos de personalidad, se puede decir con orgullo que Carla ha conseguido dibujar a la perfección a una mujer normal. Konrad es su pareja, un hombre rico y con éxito que parece que todo lo que le importa son los negocios, aunque trata a Ana con aprecio, este personaje no te despierta afabilidad, te da igual o incluso no te gusta. Completa el triángulo Alain Arnoux, un profesor universitario amante del arte que colabora con Ana en la investigación; para mí, este personaje es el que más evoluciona en los capítulos de tiempo presente, porque al principio parece que no va a tener importancia. Sutilmente gana espacio, como quien no quiere la cosa se gana la confianza de Ana y por tanto también la nuestra, la del lector ansioso. Si nos trasladamos al París de los cuarenta, Sarah es absolutamente entrañable, no me he cansado de ella ni un segundo, siempre he querido saber más: qué le pasó, cómo escapó, qué hizo… Y es que es admirable cómo te atrapa esta chiquilla. Y de Georg qué puedo decir, me uno a Ana y a Sarah, también me he enamorado de este personaje, que prácticamente es secundario, pero que logramos conocer a la perfección con todos sus matices.

Creo que ninguna reseña me ha quedado tan larga. Así que voy a dejar de comeros la cabeza y simplemente recomendaros encarecidamente que lo leáis, que Carla Montero es una gran escritora, que este libro en particular es muy completo, es embriagador… Es de lo mejor que he leído en mucho tiempo.

¡Juzga pot ti mismo!

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